¿Qué es la Gran Tribulación y cómo superarla?
La Gran Tribulación es un periodo profetizado en la Sagrada Biblia (San Mateo, 24:21), marcado por desafíos y pruebas sin precedentes.
Este texto presenta reflexiones sobre su significado en la vida diaria y las orientaciones espirituales que pueden fortalecernos frente a las adversidades, confiando en el amparo Divino y en la Promesa de días mejores.
En los momentos más difíciles de nuestra historia, ya sea individual o colectiva, es común que dirijamos nuestra atención a las profecías de la Sagrada Biblia en busca de apoyo o respuestas a nuestras angustias y temores. Es como si, al identificar en el Texto lo que ocurre en la vida, recibiéramos el consuelo inmediato de saber que hay Alguien controlando los acontecimientos.
Este sentimiento se intensifica al descubrir que “Dios es Amor” y no desea la destrucción de Sus hijos, y que Jesús estará con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo” (San Mateo, 28:20), como prometió en Su Santo Evangelio.
Es innegable que este acto de recurrir a las Sagradas Escrituras, unido a la Oración sincera y a la meditación, educa nuestro Espíritu para que podamos establecer y mantener una sintonía más refinada con el Gobierno Invisible de la Tierra, que comienza en el Cielo, como nos revela el Presidente Predicador de la Religión Divina, el Hermano Paiva Netto.
Pero, para que esta búsqueda del amparo Divino promueva verdaderamente días más seguros para la humanidad, se requiere que profundicemos tanto en nuestro estudio de las profecías como en nuestra acción activa resultante de la inspiración que tal comprensión promueve para enfrentar los acontecimientos proféticos.
Como decía el inolvidable Proclamador de la Religión Divina, Alziro Zarur: “Prever para proveer, y proveer para prever”.
Al estudiar el Evangelio y el Apocalipsis de Jesús, en Espíritu y Verdad, a la Luz de Su Nuevo Mandamiento: “Ámense como Yo los he Amado. Solamente así podrán ser reconocidos como mis discípulos” (San Juan, 13:34 y 35), como lo hace la Religión Divina, podemos inferir que este Control de los hechos profetizados ocurre en obediencia a la Ley Divina que da “a cada uno conforme a sus obras” (Apocalipsis, 2:23; 14:13; 20:13; 22:12).
El inolvidable conductor de radio, filósofo y predicador del Evangelio y del Apocalipsis, Alziro Zarur, que describió esta norma como la Ley del Apocalipsis, ordenó este mecanismo de la siguiente forma, registrada por el escritor, periodista y conductor de radio Paiva Netto, en su libro Las Profecías sin Misterio:
“La Ley Divina, juzgando el pasado de hombres, pueblos y naciones, determina su futuro”.
De ahí se puede concluir que los acontecimientos previstos en el Sermón del Fin de los Tiempos de Jesús (San Mateo, capítulos 24, 25 y 26) son, en realidad, una advertencia anticipada del Profeta Divino sobre la acumulación de los resultados de las actitudes con las que la humanidad ha venido construyendo la Gran Tribulación [cuando estas acciones son malas] o [por sus buenos actos] apresurando el Regreso Triunfal de Jesús (Segunda Epístola de San Pedro, 3:12), que no viene a destruir a la humanidad en favor de unos pocos privilegiados, sino a ampararla en la hora de la tormenta y dar la recompensa “a cada uno conforme a sus obras” (Apocalipsis, 22:12).
Uno de los textos más esclarecedores que he leído sobre “la Gran Tribulación” fue publicado por el Hermano Paiva Netto en su blog y en la revista ¡JESÚS ESTÁ LLEGANDO!, edición 127 (en portugués). Este texto será la base de nuestro estudio. Desde hace más de siete décadas, el Hermano Paiva predica sobre la Gran Tribulación y prepara los corazones para el regreso de Jesús al planeta Tierra.
En el artículo “El Fin de los Tiempos y los Perseverantes en Jesús”, al presentar un extenso mensaje espiritual del Hermano Flexa Dourada, en la Revolución Mundial de los Espíritus de Luz, en la Cuarta Revelación, después de traer en su totalidad el capítulo 24 del Evangelio de Jesús, según San Mateo, y los Siete Sellos del capítulo 6 del Apocalipsis, en cierto punto, el autor comenta:
“El 8 de febrero de 2003, en Rio Grande do Sul, Brasil, el Hermano Flexa Dourada resaltó que el Armagedón —citado por el Apocalipsis de Jesús (16:16), en la exposición del Sexto Flagelo, al que tantas personas le temen— es una tragedia muy pequeña comparada a la Gran Tribulación, anunciada por Jesús en Su Evangelio, según San Mateo 24:21 y 22:
‘En aquellos días habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Si aquellos días no fueran acortados por el Señor Dios, nadie sería salvo, pero serán acortados por causa de los escogidos’”.
Es importante destacar esta comparación hecha por el Hermano Espiritual Flexa Dourada, que nos hace comprender que la Gran Tribulación anunciada por Jesús en el Evangelio no se limita al triste Armagedón —“la Guerra Total y Final en dos planos”, como reveló el inolvidable Hermano Alziro Zarur— profetizado en el Sexto Flagelo del Apocalipsis (16:12 al 16). El Armagedón se trata, por lo tanto, de una guerra que reúne a “los reyes de la Tierra”, y que sucederá tanto en el plano de los que viven en el cuerpo como de los que viven fuera de él, incluso sin la envoltura física, en el Mundo Espiritual.
Ya hemos tenido dos guerras mundiales, como todos saben. Se teme una tercera, aún más devastadora, debido al poder de las armas nucleares, bacteriológicas y de tantas otras tecnologías. Nadie, en su sano juicio, desea que esto ocurra. Pero debemos estar preparados, aunque tranquilos, confiando en Jesús, como nos enseña el Hermano Paiva Netto en su artículo “El Fin de los Tiempos, la Paz y el Regreso Triunfal de Jesús”:
El Regreso del Príncipe de la Paz debe ser muy destacado en todo momento, más aún cuando el ser humano emite sus rugidos de guerra. ¡Jesús entre nosotros otra vez es verdaderamente la certeza inmortal de días mejores!
Estemos, por lo tanto, siempre preparados, atentos a la Segunda Venida del Cristo y, de este modo, crezcamos, no ansiosos, tensos, sino felices, porque es la proximidad de un acontecimiento magnífico: ¡Jesús viene! El Sublime Amigo concluyó Su Luminoso Apocalipsis, con el que cierra la Sagrada Biblia, afirmando precisamente este Regreso incomparable, un nuevo amanecer para la humanidad, en inolvidables y reconfortantes versículos.
Cuanto más fuerte sea el pensamiento fraterno, solidario y colectivo, mejores soluciones nos serán inspiradas por el Poder Superior para evitar o reducir los impactos de cualquier tribulación.
A propósito, el Armagedón ya está ocurriendo, no solo con poderosas armas bélicas, algunas de las cuales están en pleno uso en diversas regiones del planeta, donde millones de vidas sufren con decisiones de personas codiciosas. Solo en Oriente Medio, donde se encuentra el río Éufrates, ya se cuentan decenas de miles de muertos, entre adultos y niños, y más de dos millones de desplazados. Nuestras oraciones son para todas las víctimas de los conflictos en diversas partes del planeta.
Pero los acontecimientos del valle de Meguido, en el Apocalipsis, están espiritualmente en todas partes, en formas denunciadas desde la década de 1980 por el autor de Somos Todos Profetas, Paiva Netto. En esta obra, en el subtítulo “El Armagedón ya está ahí”, él escribe y también se puede encontrar en el blog Paiva Netto.com/es:
Mucha gente piensa que el Armagedón (Apocalipsis, 16:16) se refiere solo a la posibilidad de una guerra nuclear, química, bacteriológica, cibernética. ¡Dios nos libre de ello! Pero la falta de respeto al ser humano, que ni siquiera puede defenderse en el útero materno, es un Armagedón. El crimen organizado es un Armagedón. El analfabetismo espiritual y material es un Armagedón. La implosión de la familia es un Armagedón. El avance tecnológico sin el Espíritu de Solidaridad Social es un Armagedón. El fanatismo religioso es un Armagedón. El materialismo descomedido es un Armagedón. El hambre es un Armagedón. El Armagedón está en nuestras mesas: los vegetales llenos de agrotóxicos, las carnes repletas de antibióticos y hormonas. El Armagedón se refleja en las aguas contaminadas de los océanos, lagos, ríos e incluso en las fuentes. Los azotados por la sequía padecen un Armagedón. Salir a las calles para ir a trabajar, a estudiar o a divertirse sin la seguridad de un regreso tranquilo al hogar, ante la violencia y la inseguridad que por todas partes se manifiestan hoy en día, ¿qué es eso sino un Armagedón? La falta de Amor en los corazones es un Armagedón. Las personas siguen esperando el Armagedón, y él ya está ahí.
Todo esto, que constituye el cuadro armagedónico, forma parte también de la Gran Tribulación, sufrimiento jamás visto por ojos humanos.
La Gran Tribulación, impulsada por las consecuencias del cambio climático, desencadenado por la negligencia humana con la Naturaleza, puede traer resultados desastrosos para la humanidad si no nos apresuramos a hacer llegar a los corazones Jesús y Sus ideales estratégicos de Fraternidad Ecuménica, Justicia y Caridad.
Volvamos a las palabras de Paiva Netto, en el artículo “El Fin de los Tiempos y los Perseverantes en Jesús”:
“En el mismo mensaje espiritual, nuestro amigo Flexa Dourada, siempre en sintonía con la prédica de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, buscó demostrar cómo sería la catástrofe de la Gran Tribulación, recurriendo al Profeta Isaías, 24:20: ‘La tierra se tambaleará como un ebrio, será removida como una choza; bajo el peso de su pecado caerá, y nunca más volverá a levantarse’. Advirtió también que este hecho astronómico podría producirse por el uso de armas bélicas, provocando un desplazamiento del eje terrestre, lo que desestabilizaría la gravedad del planeta”.
Uno de los anuncios relacionados con la Gran Tribulación es, precisamente, sobre las señales en los cielos, en las lunas y en las estrellas, como consecuencia de esta posible verticalización.
“Inmediatamente después de la aflicción de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo, y los poderes celestiales se estremecerán” (San Mateo, 24:29).
Hemos visto que tales hechos no son imposibles de ocurrir en su sentido telúrico.
Pero hay otro aspecto de la Gran Tribulación que debe ser señalado. Así como el Armagedón ocurre en dos planos, el Material y el Espiritual, la Gran Tribulación también sucede, y primero, en las Almas.
Además de significar las consecuencias de esta relación multidimensional mal conducida, hay que destacar el aspecto íntimo de la Gran Tribulación, no solo como repercusión, sino como origen de hechos sociales, o político-bélicos, para usar el lenguaje de las Trompetas del Apocalipsis.
En el libro Somos Todos Profetas, el educador Paiva Netto aclara respecto al Sexto Sello del Apocalipsis, que presenta una profecía similar a la del Sermón Profético que vimos anteriormente:
—Yo vi cuando el Cordero de Dios abrió el Sexto Sello, y entonces se produjo un gran terremoto. El sol se cubrió de oscuridad, como con un vestido de luto, y la luna entera se puso roja como la sangre (Apocalipsis del Cristo, 6:12).
Llevamos el Universo dentro de nosotros. Los Sellos significan principalmente la intimidad conflagrada del ser humano. Ahora bien, dentro de nosotros tenemos el cielo y, mientras no evolucionemos, también el infierno. Todo ocurre primeramente en el interior de las criaturas. Jesús abre los Sellos del Libro y las Profecías surgen, como resultado de los pensamientos y de las acciones espirituales y humanas. Al fin y al cabo, somos lo que pensamos, hablamos y realizamos. Las naciones en la Tierra y en el Mundo de los Espíritus son consecuencia de nuestros éxitos y locuras.
Antes, en el mismo libro, él explicó las consecuencias político-sociales de este fenómeno íntimo:
“El Sexto Sello anuncia un gran terremoto. No me refiero solamente al geológico. Se trata también del estremecimiento de las tradiciones, de las instituciones, de las situaciones y de los paradigmas considerados inamovibles. ¿Dónde está el poder de los poderosos? Un día, toda la humanidad clamará esto, porque este poder se habrá deshecho, ‘el sol se cubrió de oscuridad, como con un vestido de luto, y la luna entera se puso roja como la sangre...’ (Apocalipsis, 6:12). Es decir, lo que hoy brilla, lo que parece expresivo, desaparecerá, se volverá polvo, porque la fuente de luz de una civilización egoísta se apagará.
Cuando el Amor no logra realizar su tarea, se presenta el Maestro Dolor. La historia está llena de ejemplos de que, en el plano de las formas, nada es inmutable. Vean el caso de los Imperios romano, babilónico, asirio, español, portugués, inglés y tantos otros que desaparecieron. El Sol se apaga, la Luna se convierte en sangre de dolor. Las estrellas que caen del cielo a la Tierra no son esos mastodontes, por así decirlo, que orbitan el Universo; representan poderes que se deshacen”.
Está muy claro, y no hace falta extenderse en los comentarios. Solo quiero señalar un aspecto de esta realidad profética: el oscurecimiento del sol y de la luna se traduce también en el oscurecimiento de las inteligencias del cerebro y del corazón, y con ello se produce la consiguiente caída de las referencias. Se pierden el suelo y las estrellas. ¿Qué esto provoca como repercusión? Angustia, sufrimiento mental.
Todo este triste cuadro es el pleno desarrollo de la Gran Tribulación en las Almas. Por eso la necesidad constante de buscar y ofrecer acceso al amparo Superior, en Dios, en el Cristo, en los Ideales Sagrados de la humanidad, en la ayuda mutua, en la amistad, en el compañerismo que San Juan el Evangelista nos dio como ejemplo en el Apocalipsis:
Yo, Juan, soy hermano de ustedes y participo con ustedes en la tribulación, en el reino y en la perseverancia de Jesucristo (...) (Apocalipsis, 1:9).
Para que podamos preservarnos de situaciones como estas, cuyas consecuencias nos presenta el Hermano Paiva en la continuación de su artículo “El Fin de los Tiempos y los Perseverantes en Jesús”:
Como les he demostrado constantemente, está todo descrito en la Santa Biblia. Vean, por ejemplo, lo que afirma Zacarías, en su libro, capítulo 13, versículos 8 y 9, igualmente en el Antiguo Testamento:
“8 Sucederá entonces que en toda la Tierra las dos terceras partes serán destruidas, y se perderán; pero la tercera parte quedará con vida. —Palabra del Señor.
“9 Entonces echaré al fuego esa tercera parte, y los fundiré como se funde la plata; ¡los probaré como se prueba el oro! Ellos invocarán mi nombre, y Yo les responderé con estas palabras: ‘Ustedes son mi pueblo’, y ellos me dirán: ‘El Señor es nuestro Dios’”.
Esta es una de las tristes consecuencias de la Gran Tribulación. Pero nadie está perdido para siempre. Aquellos que perecerán en la tribulación tendrán una nueva oportunidad, después de mucho sufrimiento, en planetas más atrasados que la Tierra, para retomar el camino de la expiación y de la evolución espiritual para conquistar el “paraíso perdido”. Y la Tierra, con el Regreso de Jesús, será elevada a la categoría de planeta de Regeneración.
¿Qué será el Planeta Tierra sino ese paraíso con Jesús visiblemente entre nosotros, para aquellos que perseveren en el Bien?
También por estas palabras de Dios, a través de Zacarías, podemos intuir lo que nos revela el Hermano Presidente Predicador de la Religión Divina: “El secreto de la seguridad personal en el final de los tiempos es precisamente que estemos integrados en la Ley Divina, expresada en la Tierra por Jesucristo, que es Dios en nosotros”.
Como aprendimos con el autor de este pensamiento, invocar el nombre de Dios no es solo repetir uno de los miles de vocablos que la humanidad inventó para referirse al Poder Superior, sino integrarse verdaderamente en Su sublime Significado, expresado a nosotros por Jesús, el Verbo de Dios encarnado, y bien marcado por San Juan el Evangelista en su Primera Epístola, 4:8: “Dios es Amor”.
Esta es la fuerza que nos permite sobrevivir a todas las tribulaciones de la vida: el Amor Solidario Divino. Ejecutado como Caridad, reconstruye vidas, fortalece familias, mejora la sociedad, protege pueblos enteros del prejuicio, de la violencia y de la guerra, pues los vuelve inmunes a la vibración del odio, como nos enseñó Jesús en el Sermón de la Montaña, alimenta a los hambrientos y los educa, construyendo, como lo hace la Legión de la Buena Voluntad, “un mundo mejor y una humanidad más feliz”.
Por eso, este consuelo, extraído del Apocalipsis de Jesús, y destacado por el Hermano Paiva Netto en el artículo que aquí analizamos:
Vale la pena destacar que Jesús, en el más tormentoso momento de la historia humana, alimenta de Esperanza el Alma de los perseverantes en el Bien. Y vemos el cumplimiento de Su promesa en el Apocalipsis, 7:14 y 15, cuando son identificados los que visten ropas blancas ante el Cordero de Dios:
“14 Estos han salido de la gran tribulación. Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero.
“15 Por eso están delante del trono de Dios, y Le rinden culto en Su Templo de día y de noche; y el que está sentado en el trono los protege con Su presencia”.
Y pedimos permiso al autor para añadir aquí los siguientes versículos de este pasaje, que él transcribió en el libro “Jesús, el Profeta Divino”, como una oración:
“16 No volverán a tener hambre ni sed, ni les hará daño el sol ni el calor los molestará,
“17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los llevará a fuentes de agua de vida, y Dios mismo secará de sus ojos toda lágrima”.
También, esta invitación que nos hace el Hermano Paiva, en el libro Somos Todos Profetas, que nos llena de ánimo para enfrentar y ayudar a la humanidad a enfrentar las tribulaciones de la existencia:
Y es con este espíritu que nos mueve, que superaremos el Armagedón sin dificultad. Por eso mis cuidados con ustedes. ¡Los quiero a todos en la carne para enfrentar conmigo la Gran Tribulación y el terrible Armagedón! ¡Y vencer con Jesús! ¡Vencer, vencer y vencer!
Por cierto, en el “¡Ave, María!” que dediqué al pueblo de Minas Gerais, Brasil, los invito a esto:
María y la LBV, su Sagrado Manto
Santa María,
con tu manto cubrirás
de mucha Paz,
de mucho Amor,
¡a Minas Gerais!
Manto Sagrado,
que es la LBV:
Divino Amor,
¡que Zarur nos vino a traer!
Esparcirás, por todas partes,
Tu Luz.
Entonces, tendremos tu Paz en los corazones:
¡Nos librarás de todas las tribulaciones!
¡Y, por Jesús, vamos a vencer el Armagedón!
(...)
¡Y con Jesús, vamos a vencer el Armagedón!
¡Con Jesús! ¡Con Jesús! ¡Con Jesús!
Después de este breve estudio, comprendemos el significado de la Gran Tribulación y seguimos confiando en el Señor, haciendo nuestra parte desde ahora para fortalecer nuestras almas y proteger a nuestras familias.
Que la Paz de Dios esté ahora y siempre con usted, que nos ha acompañado hasta aquí en este enriquecedor estudio.