¿El coronavirus es un castigo de Dios?

Comprenda la visión espiritual sobre la COVID-19 y otras epidemias y virus.

De la redacción
|
14/05/2020 | Jueves | 13:00 horas

Algunos puntos de naturaleza espiritual y profética sobre el nuevo coronavirus se añaden a las importantísimas orientaciones oficiales respecto a los cuidados de higiene, salud y distanciamiento social para evitar la diseminación de la COVID-19.

Estos cumplen la función de esclarecer y fortalecer el Alma en este desafiante momento que el mundo enfrenta.

Reprodução

Enfatizamos que no estamos desamparados por Dios, Madre-Padre Celestial de Bondad y Justicia, y que los desafíos que la humanidad está enfrentando no son castigos divinos. Lea este artículo y comprenda la visión fraterna de la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo1 sobre el tema.

Los puntos que aquí se presentan corresponden a una entrevista con la ministra predicadora de la Religión del Tercer Milenio, la hermana Paula Suelí, quien, en esa oportunidad, respondió la pregunta de dos internautas:

Pregunta 1: ¿cuál es la visión espiritual sobre el nuevo coronavirus?

Es importante observar que, actualmente, los virus y las epidemias son mucho más comprendidos de lo que fueron en el pasado, incluso científicamente. Ya sabemos que muchos de ellos están asociados a nuestras prácticas destructivas.

Desde hace décadas, la ciencia demuestra que, al destruir ecosistemas, alterar genéticamente a los seres y a los alimentos, o al emitir todo tipo de desechos a la atmósfera, estamos estableciendo una condición impropia para la supervivencia humana y también de otros seres.

Este hecho ya había sido denunciado hace milenios por el profeta Isaías, inspiradísimo por Dios, cuando ni pensábamos en la posibilidad de las consecuencias de nuestro mal comportamiento con el medio ambiente (Isaías, 24:5 y 20).

Afresco: Raffaello Sanzio (1483-1520)
    

Anuncia el profeta Isaías, capítulo 24:5: “La tierra quedó contaminada por causa de sus habitantes, pues transgredieron las leyes, falsearon el derecho, y quebrantaron el pacto eterno”. Y en el versículo 20, también afirma el profeta: “La tierra se tambaleará como un ebrio, será removida como una choza; bajo el peso de su pecado caerá, y nunca más volverá a levantarse”.

El Presidente Predicador de la Religión del Tercer Milenio, José de Paiva Netto, trata el tema en su blog, en el artículo Cuidado, ¡estamos respirando la muerte!, publicado originalmente el 28 de junio de 2000, en la revista Manchete (publicación brasileña). Él aclara:

"Los asuntos son múltiples, pero este es gravísimo: estamos respirando la muerte. Nos encontramos ante un tipo de progreso que, al mismo tiempo, propaga la ruina. Nuestra propia ruina.

Se comprueba la necesidad urgente de ampliar la conciencia ecológica del Pueblo, antes que el deterioro de su calidad de vida sea irreversible. Este ha sido el desafío enfrentado por varios idealistas pragmáticos.

Sin embargo, a veces, la ganancia se revela mayor que la razón. El descuido en la preparación de ciertas comunidades, para que no esterilicen el suelo, se muestra superior al instinto de supervivencia".

Entonces, nosotros, como comunidades, familias y sociedad, nos estamos matando a nosotros mismos. Por ello, es necesario revisar la forma en que vivimos, nuestro entendimiento de progreso. Y es importante dejar muy claro: no se trata de un castigo divino.

Ningún virus es un castigo divino, incluso porque Dios no castiga. El castigo es un acto de desesperación de nosotros, seres humanos, cuando nos vemos sin salida, cuando suponemos que no existen más alternativas para corregir a alguien.

Reduciendo a Dios según nuestras limitaciones, imaginamos que Él también se desespera, que necesita de castigos para enseñarnos algo. Así, al enfrentarnos con los dolores y sufrimientos causados por los propios seres humanos, concluimos que son castigos celestiales, olvidando que la Ley Divina es Justicia y Amor, que concede “a cada uno conforme a sus obras” (Evangelio de Jesús, según San Mateo, 16:27; y Apocalipsis del Cristo, 20:13).

Necesitamos estar conscientes de que nosotros, en forma colectiva, estamos destruyendo nuestro planeta y que responderemos por nuestras acciones. Y esa conciencia se agrava cuando recordamos que fuimos advertidos por el Cristo.

No faltan advertencias en Su Evangelio y Apocalipsis. Seamos más responsables, solidarios y consideremos que, por encima de la codicia desmedida, es necesaria nuestra responsabilidad, los unos con los otros, así como el respeto incondicional e innegociable por la vida.

+ Vea también la respuesta en video y compártala con su familia y amigos: 

 

Pregunta 2: he notado que periódicamente algunos países pasan por enfermedades desconocidas. ¿Eso estaría relacionado con la religiosidad o la falta de ella en esos pueblos?

Bueno, si esto fuera verdad, ¿cómo explicar la gripe española, las epidemias de viruela o las centenas de muertes por tuberculosis en el siglo XIX, y tantos otros períodos de sufrimiento en las naciones que son reconocidamente religiosas?

Necesitamos tener cuidado, porque tal vez la preocupación por detrás de esa pregunta sea la idea de que Dios abandona a aquellos que no creen en Él, a aquellos que no ejercen su espiritualidad de una manera que nosotros reconocemos como “suficientemente religiosa”. Y esto no es verdad.

Jesús fue muy claro al respecto, demostrando que Dios ama y protege a todos. Él no tiene preferidos u olvidados. Esa percepción es necesaria para que abandonemos la postura de juzgar y cambiemos nuestras relaciones en sociedad. Para que podamos construir un mundo justo, inclusivo, respetuoso, saludable y sostenible para todos.

“Nadie está perdido”

En medio de este clima de muchas dudas y miedos, la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo nos invita a observar la oportunidad que Dios nos concede frente al nuevo coronavirus, para que seamos más humanos, más solidarios, cuidando, por ejemplo, a quienes son más vulnerables.

 Por lo tanto, manifieste su Amor a los que forman parte de su vida, a través de llamados telefónicos, mensajes, etc. Ore por ellos, sepa oírlos, tenga compasión, sea más paciente, solidario y amigo.

Malcolm Lightbody - unsplash

Y para fortalecer su Alma, no se olvide de este poderoso recurso: ¡la oración sincera! Busque las soluciones y el equilibrio del Alma en Dios, Jesús, su Ángel de la Guarda, Espíritus de Luz que quieren siempre nuestro Bien. 

Jesús nos orienta así en Su Buena Nueva, según San Lucas, 11:11 al 13, al reafirmar que Dios no nos dejará sin amparo:

“¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, en lugar del pescado le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el Cielo dará!”.

+ ¡Ore con nosotros! Haga su pedido en nuestra Cadena Ecuménica de Oraciones

En el libro La Esperanza no muere nunca, capítulo Nadie está perdido, el escritor Paiva Netto nos invita a reflexionar:

“¿Ustedes quieren fortalecerse y vencer? Permitan que Jesús coexista en sus Espíritus y que María Santísima conforte maternalmente los corazones en las duras horas de la jornada humana. Nadie se encuentra irremediablemente perdido (o perdida) en este mundo”.

Lea algunos artículos que pueden ayudarla/lo en este período de COVID-19:

¿Cómo superar la muerte de un ser querido?

Mejore su convivencia familiar: 

+ Familia unida: 3 pasos para alcanzar la suya
+ ¿Cómo tener una familia feliz?

Oraciones para hacer en su hogar:

Oración de Caritas
Oración de San Francisco de Asís
Oración a San Miguel Arcángel
+ Oración del Padre Nuestro
¡Ave, María!: canciones en alabanza a la Madre de Jesús
Jesús, el Alimento de los Pueblos

Envíe sus dudas y comentarios sobre este y otros temas del quehacer diario a la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo. ¡Permita que la Espiritualidad Ecuménica forme parte de su vida! Y si este contenido le hace bien a usted, ¡compártalo! También podrá tocar el corazón de muchas otras personas.

___________
1 Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo: También denominada Religión del Tercer Milenio y Religión del Amor Universal. Se trata de la Religión Ecuménica de Brasil y del mundo.

Evalúe este contenido: