¿Cómo alcanzar la salvación espiritual?
Hoy te invitamos a reflexionar sobre la salvación espiritual, a comprender lo que nos aclara la Sagrada Biblia y cómo alcanzarla.
En el Evangelio de Jesús, según San Juan, 3:16 y 17, encontramos esta afirmación:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.
El Divino Salvador comprendió y cumple tan estrictamente esta Sagrada Misión, hasta el punto de afirmarnos:
(…) El Hijo de Dios vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Evangelio, según San Lucas, 19:10).
Cuando estaba con ellos, Yo los cuidaba en Tu nombre, Padre; y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera (Evangelio, según San Juan, 17:12).
Entonces, necesitamos reflexionar sobre algunas cuestiones: si la misión de Jesús es salvarnos —una tarea personal e intransferible que Él tiene con Dios*—, ¿qué nos corresponde hacer para que eso ocurra? ¿Qué debemos hacer para merecer la misericordia Divina? Y, además: ¿cómo podemos alejarnos de aquello que puede causar nuestra derrota o perdición espiritual?
Este texto tiene como objetivo ayudarte a comprender estos temas, ofreciéndote herramientas para el entendimiento y la búsqueda de la salvación espiritual en “¡Jesús, nuestro Maestro, nuestro Guía, nuestro Jefe!”¹.
La Humanidad y su búsqueda de redención
Salvar es una palabra que deriva del latín Salvare, “hacer seguro”, de Salvus, “sin daño, seguro, sano”, relacionado con Salus, “buena salud”.
Desde la antigüedad, la Humanidad anhela la salvación espiritual. En tiempos bíblicos, buscaba la clemencia del Creador ante el hambre, las enfermedades, las persecuciones, los cautiverios, las influencias del mal —visibles o no—, las tentaciones humanas... En toda la Sagrada Biblia, son innumerables las respuestas Divinas al clamor del pueblo que suplica seguridad y protección.
Sin embargo, es oportuno recordar que la salvación implica esfuerzo personal y, para alcanzarla, es necesario tener Fe, pero también dedicarse al Bien, para crear mérito. Así nos explica la Religión de Dios, del Cristo y del Espíritu Santo, en el tercer volumen de sus Sagradas Directrices Espirituales, página 191:
Hay quienes defienden la idea de que la salvación se alcanza solo por la Fe; otros, por las Obras. Nosotros decimos: ¡la salvación viene por la Fe y por las Obras que la Fe despierta! Quien realmente tiene Fe en Dios, que, reiteramos, es Amor Fraterno, aprende a amar. ¡Quien ama, socorre, salva, cura, alimenta, anima, impulsa, incentiva! Si no, ¡¿para qué sirve la Fe?!
El premio a los perseverantes
En varios pasajes de la Sagrada Biblia vemos la salvación como una referencia a un premio, una recompensa, un logro. Por lo tanto, si es un resultado, implica nuestro esfuerzo, porque lo que acompaña a la salvación son precisamente nuestras acciones basadas en Dios. Y Él, el Creador, por mucho que nos ame, no puede caminar por nosotros, porque no nos hizo autómatas.
Los momentos de lucha, generalmente, forjan nuestro Espíritu para la victoria. Nos llevan a buscar siempre una actitud mejor, afirmativa, resiliente. El Hermano Paiva nos enseña:
(...) Cuanto más difícil es el obstáculo, mayor es la victoria, más está ocurriendo, aunque no nos demos cuenta.
Nuestra salvación proviene de este comportamiento legítimo basado en Dios.
Es el propio Divino Maestro Jesús quien nos recomienda en Su Santo Evangelio, según San Mateo, 7:21:
No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos.
El Amparo Divino y “Souza”
Jesús se vale y nos brinda todos los recursos para salvarnos. Ya sea ante un problema de salud, una crisis financiera, el dolor por la pérdida de un ser querido, la angustia causada por conflictos familiares, la duda ante una decisión que tienes que tomar, etc. Nos toca a nosotros comprender, aceptar y hacer nuestra parte para superar los desafíos de la existencia.
Hace mucho tiempo, aquí en la Religión del Amor Universal, recibimos una pequeña historia que ilustra muy bien la necesidad de adoptar una actitud decidida y proactiva. Se llama “Souza”. La comparto a continuación, para nuestra reflexión:
Durante una inundación, ‘Souza’ estaba sentado en el techo de su casa, con el agua ya llegando a sus pies. Poco después, pasó un hombre en una canoa y gritó:
—¡Oye! ¿Quieres que te lleve a un lugar más seguro?
—¡No, gracias! —respondió—. Tengo fe en el Señor y Él me salvará.
En poco tiempo, el agua subió hasta la cintura de nuestro héroe. Fue entonces cuando llegó una lancha y alguien, a los gritos, lo llamó:
—¡Tú ahí! ¿Quieres que te ayudemos a llegar a un terreno más alto?
—¡No, gracias! Confío en el Señor. ¡Él me salvará!
Más tarde, un helicóptero sobrevoló el área, y el terco ‘Souza’ ya estaba de pie en el tejado, con el agua hasta el cuello.
—¡Agarra la cuerda! —clamó el piloto—. ¡Voy a sacarte de aquí!
—No, muchas gracias —respondió—, pero no puedo ir. ¡Creo en el Señor y Él me salvará!
Al final, fue arrastrado por la inundación. Después de muchas horas nadando, el pobre hombre, exhausto, se ahogó y fue a buscar su recompensa divina. Al llegar a las puertas del Cielo, encontró al Creador y se lamentó de lo que le había pasado:
—¡Señor, confié en Ti y terminé muriendo! ¿Qué pasó?
Entonces Dios le respondió:
—Pero, ‘Souza’, ¡¿de qué te quejas?! Te mandé dos barcos y un helicóptero, y no aprovechaste las oportunidades que te di...”.
¿Cuántas veces nos comportamos como “Souza” frente a las luchas, esperando un gran milagro, mientras Dios, insistentemente, nos ha enviado tanta ayuda?
La salvación es un proceso individual, dinámico y constante, que implica renovación y perseverancia para recorrer nuevos y mejores caminos. Como decía el inolvidable Hermano Alziro Zarur (1914-1979): Haga su parte, que Jesús hará la Suya.
El Bautismo de la salvación
“¿Y qué pasa cuando las luchas de la vida y las tentaciones del mundo parecen superiores a nuestras capacidades y ni siquiera logramos conectarnos con Dios?”, alguien podría preguntar.
Es imprescindible que sigamos confiando en Dios y en Su Divina Providencia, sin desanimarnos jamás, incluso en esos momentos, de los cuales ninguno de nosotros está libre. Depositar en Sus Soberanas Manos la resolución de las angustias que nos consumen es la decisión más acertada.
Por medio del Profeta Malaquías, 4:2, Dios nos reveló a todos:
Pero para ustedes, los que temen mi nombre, brillará un sol de justicia que les traerá salvación. Entonces ustedes saltarán de alegría, como los becerros cuando se apartan de la manada.
Es importante recordar siempre lo que aprendemos en la Religión Divina: el temor aquí no se refiere al miedo, sino al respeto a Dios y a Sus Sagradas Leyes. Es vivir de acuerdo con Su Soberana Voluntad.
Como afirma el Presidente Predicador de la Religión del Tercer Milenio, el Hermano Paiva Netto: “(...) El secreto de la salvación humano-espiritual es la persistencia en los temas celestiales y, por fuerza de su benéfico impulso, la realización de algo que ennoblezca a la sociedad nacional y mundial”.
Alguien aún podría preguntar: “¿pero Jesús no condicionó la salvación a los que creyeran en Él y fueran bautizados, diciendo: ‘El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, será condenado’ (Evangelio, según San Marcos, 16:16)?”.
Vale recordar aquí que el precursor de Jesús, Juan el Bautista —que bautizaba con agua—, dijo que vendría alguien después de él que bautizaría con fuego y Espíritu Santo. Aprendemos en la Religión Divina que el fuego son las pruebas, los desafíos que debemos superar para crecer. Por lo tanto, la salvación prometida por Jesús implica Fe que Realiza, es decir, Fe y Obras.
Jesús, la Divina Puerta que nos conduce a la victoria
Entonces, concluimos que ninguna lucha o desafío es superior a los potenciales divinos inherentes a nuestra Alma. Activarlos, por medio de la Fe en Dios y de las buenas acciones diarias, es algo que está a nuestro alcance y debemos hacerlo siempre, a fin de alcanzar las bendiciones del Cielo.
Es Jesús quien nos asegura en Su Buena Nueva, según San Mateo, 24:13:
Pero el que persevere hasta el fin será salvo.
Imaginemos nuestra salvación representada como una puerta, simbolizando a Nuestro Maestro Jesús con Sus sagradas promesas de vida nueva para quienes la atraviesen. Acceder a ella y abrirla, con las llaves de la Fe y de las Buenas Obras, que comprenden nuestra redención, es nuestro papel como perseverantes seguidores del camino del Señor.
A través de las palabras del Hermano Paiva Netto, les dejo este incentivo para el Alma y esta permanente invitación a alejarnos de todo lo que pueda llevarnos a la perdición espiritual:
¿Ustedes quieren vencerse y vencer? Dejen que Jesús coexista en sus Espíritus y que María Santísima conforte maternalmente sus corazones en los momentos rudos de la jornada humana. De hecho, nadie se encuentra irremediablemente perdido (o perdida) en este mundo. Quien confía en Jesús no pierde su tiempo, porque Él es el Gran Amigo que no abandona a un amigo en medio del camino.
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¹ “¡Jesús, nuestro Maestro, nuestro Guía, nuestro Jefe!”: es una expresión conmovedora de Alziro Zarur, pronunciada en el Programa ¡JESÚS ESTÁ LLAMANDO!, en la antigua Radio Mundial, de Rio de Janeiro, en la década de 1960, y que fue anotada por José de Paiva Netto, en aquel entonces su Secretario.
* Y a grandes voces gritaban: “La salvación proviene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero” (Apocalipsis, 7:10).